miércoles, 7 de marzo de 2012

El tamaño no importa

¡No nos vamos a engañar! Desde el punto de vista mediático un mayor tamaño y espectacularidad de los fósiles encontrados llama mucho la atención: un gran mastodonte, un dinosaurio gigante o un temible dientes de sable cuyos colmillos miden como un enorme cuchillo de cocina son buenos reclamos. Pero éstos restos tienen hermanos pequeños, en ocasiones muy desconocidos entre el público en general pero muy importantes para los paleontólogos.

Son los microfósiles, organismos microscópicos o diminutas partes de organismos mayores (dientes de roedores, polen de plantas o larvas por ejemplo) cuya observación requiere el empleo de una lupa o microscopio.

A diferencia de la recuperación de huesos de gran tamaño, los microfósiles se esconden entre kilos y kilos de sedimento que hay que recoger, secar, pasar a través de diferentes tamices y seleccionar durante intensas horas de trabajo bajo la luz de una lupa.

Y es que el esfuerzo merece la pena ya que aportan interesantes datos sobre la edad y ambiente de formación de los yacimientos y por tanto resultan piezas clave en la reconstrucción de la apasionante vida en el pasado.

En esta ocasión y como “Secreto” del mes de marzo os invitamos a descubrir los pequeños dientes de un roedor del grupo de los hámster procedente del yacimiento “Crevillente 2”.

¿Te animas a mirar bajo la lupa?


Ainara Aberasturi Rodríguez

Paleontóloga del MUPE

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